Nuestra familia en Francia

Francisco Ortiz tiene muchas, muchísimas historias por contar de su largo recorrido profesional por todo el mundo con la constante compañía de su querida guitarra Contreras.

Para nosotros es además el amigo de siempre. El que nos visita para celebrar la Navidad o en el camino hacia su casa en el Sur. El que celebra sus aniversarios y su memoria con nosotros. El que siempre nos lleva consigo y nos recuerda y abraza allá donde esté. El pausado hablar afectuoso.

Francisco tiene muchas historias sí, pero, para arrancar este nuevo blog, ha escogido hablarnos del principio. De la emoción del encuentro con su primera guitarra Contreras. Cuando todo empezó…

Mis Recuerdos con Guitarras Contreras.
De cómo nos conocimos…

El 2021 será un año muy especial para mí, ya que hará 60 años de aquellos días en que por fin, a mis 13 años, pude conocer mis orígenes, mi pueblo de Jaén, Santisteban del Puerto. Las circunstancias de la vida, el exilio de mi padre tras la Guerra Civil, me lo habían impedido hasta ese momento.
Conocí a mi familia andaluza, conocí a la que hoy es mi esposa, ¡con 13 añitos!, y compré una guitarra por 475 pesetas en la Casa Penadés de Valencia, sin saber entonces en absoluto que la guitarra no sólo me iba a dar de comer en el futuro sino que me traería tantas alegrías a lo largo de toda mi vida.

Poco a poco me fui apasionando y progresando con ella hasta que empecé a estudiar en la Academia de Guitarra de Paris, con el maestro Ramón Cueto. En aquella academia podíamos escuchar por las noches a los maestros y también a algunos otros que estaban de paso por Paris. ¡Esas eran mis fiestas y discotecas en los años 60!

Manuel Contreras II y Francisco Ortiz

Un día llegó un guitarrista cubano muy talentoso y con una guitarra muy especial. Tenía un sonido impresionante. En aquellos tiempos yo no era capaz de juzgar si el sonido era mérito del instrumento o bien del guitarrista, pero me quedé impresionado por el calor de los bajos y la gran expresividad del guitarrista con esa guitarra. El guitarrista se llamaba Ramón Ibarra. La guitarra era una Manuel Contreras.

Un tiempo después, mi maestro Ramón Cueto me dijo que tenía que pensar en ir buscando una guitarra que correspondiera a mi nivel, es decir, una guitarra de «concierto» y me propuso encargar una Fleta. Le contesté que yo sólo quería una Contreras como la que sonaba en las manos de Ramón Ibarra. El problema es que no tenía dinero para poder comprarme cualquiera de esas guitarras.

Manuel Contreras I

Me propuso entonces mi maestro encargarla a Manolo Contreras. Él la pagaría y yo se la podría ir pagando según pudiera. Nunca podré olvidar ese gesto.
Empecé a trabajar dando muchas clases. No salía a bares, ni restaurantes, ni a esas discotecas que eran la moda en los 60 y conseguí pagarle la guitarra en unos 6 meses … Capricho de joven apasionado, le dije que no quería colores en la roseta de la boca, que quería un instrumento estéticamente sobrio. Así lo hizo Manolo, con un mosaico en blanco y negro que parece fue también de su gusto, ya que 54 años después los mosaicos en blanco y negro siguen siendo una especie de firma de la casa Contreras.
Alrededor del 14 de marzo de 1966 recibí un correo de la compañía Iberia y una carta de Manolo. ¡Llegó el día! Mi guitarra llegaba a Paris. Según el inventario, llegó entre un muestrario de zapatos, pieles de ovejas, diafragmas de neopreno, isótopos radioactivos e impresos. Como pura mercancía.
La pregunta era: ¿Cómo recojo la guitarra en el aeropuerto de Paris?
Entonces no había Internet, ni móvil, ¡ni siquiera teléfono en casa! Comiéndome la impaciencia, decidí ir al aeropuerto por mis propios medios, es decir, con bus, metro y caminando.
Llegué a la terminal de Orly y, presentando los papeles que recibí por correo, pregunté dónde estaba mi guitarra… No se me había ocurrido que las mercancías llegaban por zona industrial, no en la terminal de viajeros. No me quedó más remedio que caminar unos cuatro kilómetros para llegar con ansiedad a conseguir lo que esperaba… pero qué ilusión tenía.
Al llegar, y rebuscando por varias oficinas, por fin, llegué al lugar indicado. Tras legalizar los derechos de aduanas para los que Manolo me hizo un favor muy grande al declarar un precio mucho más bajo para que ahorrara gastos, por fin me entregaron el paquete, envuelto en plástico de una forma muy protectora.

Quitando todo el embalaje, apareció un estuche negro que ya por su aspecto tan profesional (mi vieja guitarra tenía una funda) me llenó de orgullo sin todavía haber visto el instrumento. Por seguridad, me paré un instante para abrir el estuche y ver si la guitarra, mi guitarra, no padeció ningún golpe …
Me quedé encandilado cuando vi la roseta como la deseaba en blanco y negro, cómo quedaba de bonita y elegante sobre una tapa de abeto tan perfecta. Cerré el estuche con el deseo de volver rápidamente a casa, cuanto antes, para probar mi nueva compañera. Al volver a la terminal, recuerdo cruzarme con el cantante Antoine, muy famoso en aquellos años con sus «Elucubraciones», quien, al verme con la guitarra, y mi cara supongo, me sonrió.

Brindando por Navidades en el taller de la Casa Contreras

Ya en casa, para mí fue como entrar en otro mundo sonoro. Y además aquella belleza estética en la calidad de las maderas. Aquella noche dejé el estuche abierto al pie de mi cama para admirar el objeto de mis sueños.
No fue fácil domar este nuevo instrumento, la guitarra requiere mucho trabajo, pero cincuenta y cinco años después creo que algo se ha conseguido.

Y aquí estoy, trabajando aun duro y siguiendo mi camino con Contreras…

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